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Y Olé...

 

…y olé

 

La disputa que lleva apenas unas semanas (si no es solo una) de apogeo, parece que llevara ya meses (si no años), parece que de alguna manera hubiera perdido urgencia de coyuntura. Sin embargo no hay nada más actual ¿Deben o no permitirse las corridas de toros en Bogotá? La actualidad no reside únicamente en la novedad temporal, sino además en la manera como el debate en torno a este tema —que podría pensarse incluso secundario en relación a la actualidad nacional— se ubica en el corazón de la comunidad en el momento en que la Corte Constitucional ha fallado a favor de la vuelta de las corridas a Bogotá ¿Por qué tiene esta importancia? ¿cuál es su sentido, cuál su trascendencia para la vida de una cultura? ¿qué se pone en juego genuinamente? El reto de responder a cualquiera de estas preguntas, pone ya de manifiesto que vale la pena replantear los términos en los que venimos enfrentándonos a esta disputa: entre más clara se pretende una respuesta, parece comprenderse menos la implicación genuina que trae consigo. 

 

Bien valga decirlo desde el principio: si nos oponemos a la vuelta de las corridas de toros, no es pensando en una mera prohibición basada en lo retrogrado o poco civilizado de una práctica, ni en el barbarismo congénito de un sector de la población, ni en la protección sensiblera de ‘los animalitos’; se trata más bien de una apuesta política y de un punto neurálgico que abra las posibilidades de pensar y renovar de una manera fundamentalmente distinta, emancipada, la relación que, como sociedad, sostenemos con los animales, con la naturaleza y, en última instancia, con nosotros mismos en relación a estos. 

 

Empecemos por la respuesta más evidente. Se ha querido reducir la disputa de las corridas de toros al ámbito de los derechos: a la vida, a la libre expresión, de los animales, de las minorías. Como si, en última instancia, la protección legal por sí misma fuera el objetivo de la movilización social. Si bien hay un ámbito jurídico de gran importancia en esta disputa en términos de protección, habrá que ver los límites reales de este, pues tal claridad supuesta en la afirmación en derecho está lejos de ser evidente; además, puede ocultar fácilmente  el ámbito de apuestas que están en juego. 

Algunos han visto cómo con el fallo de la Corte Constitucional se ha puesto en flagrante contradicción el derecho consigo mismo (http://www.elespectador.com/opinion/estocada-los-derechos-de-los-animales-columna-515926): el derecho a la vida de los animales, como la protección contra cualquier tipo de violencia en su contra, se enfrenta al “derecho a la libre expresión artística”, como la excepción y protección a prácticas como las corridas de toros y peleas de gallos. Ciertamente esta perspectiva está abocada a una perplejidad: ¿cómo se pueden proteger dos derechos que se contradicen entre sí? Si se quiere, ¿cómo puede castigarse la violencia contra los animales y, al mismo tiempo, protegerla?  Bien puede entenderse cómo el autor llega a establecer una analogía tal: “Esa singularidad [la excepción legal que permite las corridas de toros] resulta tan vergonzosa y contraria al espíritu mismo de la ley, tan grotesca, como si una legislación contra el abuso sexual excluyera sin motivo aparente la pederastia cuando ella proviniera (es solo un ejemplo) de sacerdotes católicos.”. Y tan grotesca es, efectivamente, que el artículo no puede sino contra argumentar desde puntos de vista que apelan a instancias básicas de la restitución del derecho: la falta de valentía de los magistrados y la incompetencia de la justicia en Colombia; las instancias internacionales que dicha justicia no es capaz de reconocer; los puntos de vista científicos más básicos: en la neurofisiología, la ética, la bioética, etc.; la barbarie congénita de una práctica que debería condenarse de suyo en nombre de la mera dignidad. 

 

En el fondo, la culpa de semejante contradicción recae en lo anacrónico de una legislación que no es capaz de ponerse al día con la civilización mundial, para la que este tipo de manifestación no es más que un remanente de barbarismo incomprensible. Sin embargo, este afán de restituir el derecho en derecho, de subsanar las incongruencias y las contradicciones, rápidamente parece más un fin en sí mismo, un llamado a la identidad de la civilización consigo, que la traducción de una apuesta política. 

 

Y esto es precisamente lo que se quiere cuestionar, el orden mismo que se quiere preservar, incluso cuestionando esa meta-historia del progreso Occidental que parece consignarse artículo por artículo en las cartas políticas de las naciones. Si se quiere, esta lucha está mucho más cerca de destruir la simple barrera que se ha pretendido construir entre humanidad y animalidad, que de reafirmar el progreso humano consignado en la ‘evolución civilizatoria’. Por lo tanto, es una lucha que obliga a abandonar toda promesa del futuro por la justicia del presente. 

 

De otra manera, reconozcamos que las contradicciones son inherentes al derecho, a toda carta política, y esto no deslegitima su poder. El derecho mismo sabe subsanar sus contradicciones. Parece entonces que la argumentación jurídica no es suficiente para comprender esto, menos cuando se encuadra en un ámbito de argumentación de filosofía liberal, que quiere resolver toda argumentación sobre la ‘tradición’ y continuación de las corridas, en una argumentación de evolucionismo social. Efectivamente se dan contradicciones directas y de principio a nivel de derechos, pero pensando un poco en Marx, el problema ya desborda el propio ámbito del derecho en la contradicción entre lo abstracto de la igualdad jurídica y la materialidad que no da ni pie ni aguante a la realización de la ley. Digamos que uno puede probar una contradicción flagrante en derecho y no por eso entiende  o resuelve el problema real al que se enfrenta, y por tanto, no va a obligar normativamente a un cambio (que es el argumento que prevalece en el artículo referenciado). Uno puede pensar en la pena de muerte, en el servicio militar obligatorio, en la muerte por inanición, etc., y ve que al sistema liberal no lo obliga una congruencia plena del derecho consigo, porque los intereses que lo guían ya de principio no son normativos: son políticos, económicos, sociales, etc.. Darle tanto peso al derecho es entregarse ya a una lógica que no puede resolverse fuera del mismo, y bien se podría entregarse a una lógica tal de quedarse esperando toda la vida un ataque de conciencia de un magistrado que encontró el estudio neurofisiológico que prueba que los umbrales de dolor entre animales y seres humanos es equiparable; es decir, en una palabra, que no podemos esperar restituir la materialidad normativamente. Esto nos lleva a buscar la perspectiva marxista de contradicción entre el derecho y la materialidad, entre la ley y la facticidad, que abre este ámbito de confrontación real entre los intereses que salvaguarda la ley y las luchas que definen su realización, que son las que en última instancia, escriben, reescriben, alteran al derecho mismo. Esta perspectiva, cuando menos, nos recuerda que esta es una lucha esencialmente política y nos aleja de un quietismo 'legalista' que queda a la espera de una justicia abstracta. 

 

En una palabra, si hay alguna posibilidad de concretar en términos legales la protección de la vida de los animales, esta reside en reconocer que el hecho hará el derecho y no en esperar lo contrario. La fuerza normativa no va a obligar un cambio, si no es acaso, si se quiere, en una lucha ideológica que se reconozca ya dentro de un marco político de disputa, el único reino en el que esta tendrá sentido. Pero además,  todo esto indica ya que la propia legalidad no va a ser el ámbito de una apuesta real de transformación social, es apenas una condición, un resultado, una apuesta y una disputa específica dentro de un ámbito mucho más amplio: el de la cultura, el de los valores alrededor de los cuales habría de (re)construirse una sociedad. 

 

Es en este sentido de ruptura y reconstrucción, crítica y apertura de posibilidad, que la lucha anti-taurina, como la lucha anti-especista, cuestiona el sistema de valores sobre el que se cimenta la sociedad, antes de ser una lucha de carácter normativo, antes de ser una aplicación concreta de un derecho abstracto a la vida. Es por esta razón que la disputa se plantea en términos políticos y no jurídicos (preeminentemente en el tiempo y en su sentido).  No pretende asegurar la llegada de la civilización, su advenimiento necesario, sino la crítica profunda de la constitución de lo que es, en su apertura a posibilidades impensadas de transformación. En reconocer el nivel profundo y genuino de problematización de esta lucha, reside la posibilidad de actuar de acuerdo a una compresión renovada de nuestra relación con la naturaleza, con los animales, con nosotros mismos. En definitiva, como posibilidad que ha abierto esta coyuntura, podemos entregarnos a una lucha social que cuestione el sistema de valores culturales, de procesos sociales, de determinaciones materiales, en uno de los campos de batalla que, para muchos, es de los menos evidentes (por ser tan fundamental que parecería incuestionable): cuestionar una vez más nuestro estatus de humano contra el animal, cuestionar nuestra relación como sociedad, con la vida, con los otros seres vivos. 

 

Insistimos en la importancia del posicionamiento político de esta discusión alrededor de las corridas de toros en Bogotá, invitando a la marcha mundial por los derechos de los animales que se realizará el próximo domingo 5 de octubre: https://www.facebook.com/events/339348839548317/?fref=ts. 

 

Además, hacemos una invitación especial al 5 FESTIVAL ANTIESPECISTA que tendrá lugar el 2 de noviembre en Bosa y que es un espacio que busca reivindicar el carácter político de las apuestas antiespecistas, por la liberación animal y el veganismo popular. En este festival a través del arte, la música y el trabajo colectivo se busca proponer otras formas de activismo así como la articulación de esta lucha con otros proyectos de transformación social.

 

Les invitamos también a hacer parte de los eventos previos al Antiespecista: 16 octubre proyección del documental 970 y discusión alrededor de la soberanía alimentaria y el veganismo popular; 25 de octubre pintada de mural y olla comunitaria en bosa. https://www.facebook.com/events/1501336156773906/?fref=ts 

 

 

Referencias: 

 

- http://www.elespectador.com/opinion/estocada-los-derechos-de-los-animales-columna-515926 

- http://www.semana.com/nacion/articulo/regresan-las-corridas-de-toros-bogota/401367-3

- http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/animales_violencia.htm

- https://www.youtube.com/watch?v=Ry49Jr0TFjk

 

 

A propósito de la Lucha Antitaurina

CILEP

2015- CILEP

 

Tejido Juvenil Nacional Transformando la Sociedad - TEJUNTAS

Congreso de los Pueblos

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