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QUE SE VENGA LA PAZ

Colombia acaba de recibir la noticia de que el actual presidente, Juan Manuel Santos, se mantendrá en su cargo por cuatro años más. Santos ganó con casi 8 millones de votos y con una diferencia de 900 mil sobre Zuluaga (o Zurriaga), candidato del Centro Democrático, y ficha de Álvaro Uribe Vélez. Las claves de la reelección están tanto en el discurso de la paz y la promesa de cambios para la sociedad colombiana, como en la adhesión de buena parte de los sectores progresistas y de izquierda a la campaña reeleccionista luego de la primera vuelta, en la que Oscar Iván Zuluaga ganó con algo menos del 30% de los votos. Es decir, Santos ganó, pero los votos fueron depositados por un país sediento de paz, harto de la guerra y con deseos de tener una vida mejor.

 

Frente a estos hechos compartimos las siguientes reflexiones.

 

1. Juan Manuel Santos es un político sin principios, ni horizontes, ni proyectos sólidos para el país. No podemos perder de vista qué sectores políticos y económicos representa, cuál ha sido su trayectoria, sus decisiones, sus amigos y alianzas. En 2010 ganó las elecciones logrando la mayor votación en la historia del país, con un programa de continuación uribista. Pronto fue evidente que su línea de gobierno tendría variaciones con la política de Uribe, y aunque su viraje es afortunado no podemos dejar de señalar su facilidad para olvidar los compromisos asumidos en campaña.

 

Por eso este resultado no es el logro de la paz o de cambios efectivos, sino ante todo lo que dijimos: la derrota del uribismo, y la continuación de cuatro años de “carreta democrática”. Por nuestra parte nos ratificamos en la oposición al modelo económico que entrega el país a los intereses transnacionales, a su lenguaje y accionar violento y guerrerista, a su política social asistencialista, a su burocracia corrupta y bullente de mermelada.

 

No obstante Santos hizo campaña con unas promesas y unos horizontes. El primer deber de los sectores democráticos, decentes, progresistas y revolucionarios del país, de la ciudadanía en general, es exigir el cumplimiento efectivo y puntual de dichas promesas, o hacer uso de los castigos existentes para dicho incumplimiento.

 

2. Los resultados de ayer aunque logran derrotar al uribismo, no son ni mucho menos una victoria para el país. Nadie ganó ayer, excepto la oligarquía rancia. Los ciudadanos y el país perdimos desde el día en que la mezquindad política impidió construir una candidatura de centro izquierda con reales posibilidades de llegar a la presidencia. Por eso resulta innegable el sinsabor que deja el resultado. Más aún cuando la constitución del Frente Amplio por la Defensa de la Paz y la Democracia, en el que participaron buena parte de los partidos y movimientos políticos democráticos y progresistas, evidencia que la unidad sí es posible cuando hay unos mínimos claramente establecidos que nos juntan para la acción.

 

En esta ocasión muchos se sumaron a esta iniciativa, convencidos de la necesidad de una salida negociada a 50 años de conflictividad social, política y armada. Saludamos esta convergencia por la paz, es un logro muy importante. No obstante, lamentamos que tal frente haya sido posible para defender una opción de derecha, así haya sido en disputa con una de ultraderecha, y no para defender un proyecto propio, construido desde la confianza y los mínimos democráticos.

 

Ese horizonte debe aclararse cada vez más en todo el centro izquierdo colombiano. No será posible lograr transformaciones ciertas, reales, profundas en el país, sino se hace a través de la constitución, el apoyo y el triunfo de una candidatura unitaria de los sectores terceros. De quienes no queremos ni la economía latifundista ni la minería, de quienes no queremos la corrupción, ni la para política, ni la mermelada, ni las regalías escuetas. Con esa mirada debemos trabajar sin duda, y a eso invitamos al Polo, a los Progresistas, al Partido Verde, a la Cumbre Agraria, a las Dignidades, al Congreso de los Pueblos, a la Marcha Patriótica, a las personalidades democráticas, a los intelectuales, al movimiento por la salud, a los transportadores, a los vendedores informales, los comerciantes, en fin a toda la ciudadanía y el pueblo que dice “lo que necesitamos son transformaciones”.

 

3. La victoria de Santos es una luz verde para el proceso de paz hoy en marcha con las FARC y el ELN. No obstante la paz necesita ser respaldada ya que buena parte de la opinión pública se moviliza aún por una salida militar a la confrontación. Esto lo demuestra la altísima votación, más del 45%, de Oscar Iván Zuluaga en la segunda vuelta.

 

En estos 50 años, pero sobre todo en lo últimos 12 o 14 años, el conflicto en Colombia ha sido reducido a una amenaza terrorista. Esté ha sido el propósito de los medios de comunicación y del establecimiento en general. Fue la tarea de Santos cuando era Ministro de Defensa, es lo que ha hecho el “bravo” ministro Pinzón todo este tiempo. Ayer a Santos y a la oligarquía casi les sale el tiro por la culata, pues les iba a quitar la presidencia aquel que en otro momento apoyaron para luchar contra el “terrorismo”.

 

Por eso hoy debemos apostarle a que la paz recupere su necesaria legitimidad y respaldo nacional. El país debe tener claridad que la paz y la solución política es el camino necesario para superar dificultades y problemas estructurales que tenemos como nación. Sabemos que esa paz no es el fin del conflicto bélico, sino que pasa por desactivar las causas de la guerra, por avanzar en el camino de la equidad y la inclusión, del respeto y el reconocimiento a las diferencias.

 

El movimiento por la paz, luego de que Santos ganará y de que se anunciaran los diálogos con el ELN debe tomar una nueva fuerza, renovada y definitiva. Debe darle un espaldarazo fuerte y sólido a la iniciativa que las guerrillas y el gobierno llevan a cabo. Debemos hacer que la paz esté presente en la cabeza de todas las personas, desalojando la idea bélica y guerrerista. Hasta que no haya un cambio en la mentalidad frente al conflicto y la guerra, no será completa la victoria sobre Uribe.

 

4. El frente amplio por la defensa de la paz y la democracia debe prolongarse más allá de esta coyuntura. Debe ser la semilla de un escenario amplio de encuentro, con proyecciones políticas y de movilización ambiciosas. El otro año enfrentará la disputa por las elecciones locales y departamentales, y Bogotá se convierte es un escenario de disputa privilegiado.  Aquí el que el centro izquierda tendrá el reto de presentar una candidatura unificada, con un programa de gobierno que brinde soluciones a las grandes problemáticas de la ciudad, y que continúe con la implementación de políticas sociales inclusivas y progresistas. Los sectores democráticos tenemos el deber de defender la permanencia de los gobiernos alternativos en la ciudad. No podemos dejar caer la ciudad en las manos de la ultraderecha uribista ni de la derecha santista.

 

5. El pueblo colombiano viene en un proceso lento pero seguro de recomposición de las fuerzas sociales populares. La cumbre agraria, étnica y popular, dos paros agrarios, la derrota de la reforma a la justicia y a la reforma a la educación superior, la lucha contra la megaminería, y la inicial lucha por las ciudades, entre otras luchas, marcan una ruta de articulación y movilización importante. Venimos de un período de represión, y aún hay muchas dificultades por superar. No obstante la movilización popular, la construcción territorial, la transformación de relaciones desde el día a día de la vida de los pueblos son la garantía máxima de las transformaciones y los cambios. En ese camino seguimos y ratificamos la invitación a hacerlo, desde cada esquina, cada sector y cada rincón. Acá lo hacemos desde el Tejido Juvenil TEJUNTAS y desde el Congreso de los Pueblos.

 

2015- CILEP

 

Tejido Juvenil Nacional Transformando la Sociedad - TEJUNTAS

Congreso de los Pueblos

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