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Cese Bilateral, rienda suelta a la Paz

Don Miguel iba pasando por el restaurante del barrio Restrepo, en Bogotá. Eran las 12:30 del mediodía, de un lunes. Iba con un poquitito de afán, pero vio que estaban dando las noticias por televisión, y la del día, de la que todos los canales, periódicos y emisoras estaban hablando, era ‘la suspensión de los diálogos de paz en La Habana’. Se detuvo para escuchar con atención lo que decían.

 

De un momento a otro escuchó que Don Jerónimo, el dueño del restaurante, decía: “Eso lo que necesitan esos bandidos es bala. Esta mierda se soluciona a punta de plomo”. Miguel entró en estado de conmoción y recordó aquel fatídico día en el que los paramilitares entraron a su pueblo acusando a todo el mundo de colaborador de la guerrilla, obligando a unos a salir del pueblo y a otros a quedarse, pero no vivos.

 

Cuando la mente de don Miguel regresó al restaurante, ya había pasado la noticia, ahora estaban en deportes. No logró escuchar algunas de las opiniones que en el noticiero estaban dando. Pero sorprendentemente, nadie, nadie en el restaurante hablaba del tema. Para don Miguel, como para muchas de las personas que han llegado del campo a la ciudad como consecuencia del conflicto, este tipo de situaciones ya es común, la indiferencia es pan de todos los días, pues pareciera que a la gente de la ciudad no le importara lo que pueda suceder en el campo, el más afectado por el conflicto armado que se vive en el país, aunque la cuidad no está alejada de verse implicada

 

Porque en efecto, el conflicto armado, social y político en Colombia se vive, aunque de formas diferentes, tanto en lo urbano como en los escenarios rurales. La angustia, el dolor y el sufrimiento son tan accidentados y variados como el paisaje montañoso del país. Pero por los tiempos acelerados de la ciudad, pareciera no haber lugar ni momento para pensar tranquilamente los problemas del país; el afán del día a día nos lleva a un ensimismamiento que el resto nos importa poco, demasiado poco. Y de allí reacciones como las de don Jerónimo, que después de 12 años de profundización de la guerra, no concibe al diálogo como una oportunidad para calmar tanta agonía en el campo. Porque creemos que en la ciudad la guerra no nos toca..

 

Claramente en el campo el conflicto se vive más de cerca, puesto que está a la orden del día, en cualquier momento, encontrarse en medio de una confrontación armada directa entre los bandos de la guerra. En cambio, en la ciudad, la guerra adquiere otras dinámicas, menos evidentes: la militarización de los territorios y de la vida, el microtráfico controlado por bandas criminales (paramilitarismo), toques de queda, limpieza social, amenazas a líderes comunitarios y asesinatos selectivos como mecanismos de control y atemorización de la población, son expresiones vivas del conflicto armado. Y viendo esta situación, viendo que el conflicto afecta tanto al campo como a la ciudad, es necesario que aquí, en las urbes del país, apoyemos de lleno la solución negociada y veamos la importancia que desde estos escenarios le apostemos a la construcción de la paz, como forma de aminorar un poco los efectos nefastos que el conflicto ha traído a la ciudad.

 

Que el gobierno de Santos haya anunciado la suspensión de los diálogos de Paz en La Habana sorprendió a muchos y muchas, en especial a quienes consideramos que la solución al conflicto la encontraremos en la vía política, la del diálogo. Sorprende aún más si se tienen en cuenta  los importantes avances de la negociación, la fuerza que cobraba la idea que los diálogos iban a llegar a un acuerdo efectivo. También generó desconcierto el por qué se tomó esa decisión: la retención de un general del ejército. Independientemente de los detalles de este suceso, y si fue una confabulación para sabotear los diálogos o no, o simple descuido del general, hay una cuestión muy disiente en todo esto: no se puede hablar de paz en medio de la guerra, y por eso, la necesidad de un cese bilateral al fuego.

 

¿Y cuál sería la importancia del cese bilateral? 

 

Primero, que es la posibilidad de parar la guerra mientras se está hablando de paz, es poner en concordancia al país con lo que se está hablando en La Habana, y de esa forma hacer ver que lo que allí se discute tiene efectos reales en el país. Además, es dar parte de tranquilidad a los y las habitantes de aquellos territorios en los que el conflicto se acentúa más, porque mientras continúe la guerra, la posibilidad de alcanzar la paz se verá siempre amenazada y de ello es muestra evidente lo que acaba de pasar, un hecho de la guerra que pone en peligro la continuidad de negociar políticamente el fin del conflicto. La paz no sólo es la apuesta de los actores de la guerra y de la institucionalidad Colombia, también es lo que el pueblo y los territorios mandantan y ello implica preservar la paz y hacer lo necesario para garantizar su consecusión, en este caso: el cese bilateral de hostilidades. Continuar la guerra mientras se discute la paz es dejar la puerta abierta para que esta última nunca se alcance. 

 

Segundo, declarar el cese bilateral tiene implicaciones políticas para ambas partes de la negociación. Para el gobierno de Santos, sería la gran oportunidad de diferenciarse por completo del gobierno de Uribe, dejar a un lado el belicismo acérrimo que caracterizó al país durante los últimos 10 años; sería una muestra de compromiso y de respeto por aquellas personas que le dieron la oportunidad y la confianza en la urnas para que continuara con los diálogos y el proceso de paz. Para la guerrilla, sería la concreción del reconocimiento como interlocutor político válido por parte del gobierno, es decir, sería un paso más en la consideración de la guerrilla como un actor político y no como un grupo terrorista, dándole al conflicto y su solución una perspectiva política, es decir, de negociación y acuerdos colectivos, y ya no una simple visión de amenaza interna. En esta misma línea, el cese podría ser visto como un paso más hacia la apertura de mecanismos democráticos sobre los cuales continuar la política por medios distintos a la guerra.

 

Pero además, no sería la oportunidad para que la guerrilla se fortalezca militarmente, como muchos contradictores del proceso han dicho. Al contrario, sería la oportunidad para que la insurgencia muestre su compromiso con el proceso de paz; dejar a un lado las acciones militares sería el hecho concreto que permitiría ver como se asume la responsabilidad con la paz.

 

Sería estar un paso más cerca de la firma de un acuerdo con el que se avanzaría mucho en Colombia hacia la solución del conflicto armado y consecución de la paz. Sabemos, sin embargo, que no es suficiente: sabemos que la paz no es equivalente al silenciamiento de los fusiles. La paz en Colombia no se va a construir desde La Habana y no la van a construir solamente los actores de la guerra. En ese sentido, hay que hacer un llamado a construir unitariamente movimiento social por la paz, que avance en la consolidación y materialización de banderas de paz territoriales y sectoriales. En campos y ciudades hay que llamar a la gente a que se una a la búsqueda y la construcción de un país en paz y con vida digna

 

La retención del general Álzate Mora en medio de los diálogos de Paz da cuenta de que aún seguimos en una confrontación armada, en guerra, y que si no paran las acciones militares de ambos bandos, lo que se está haciendo en La Habana no tendrá ningún sentido. Su liberación, por otro lado, demuestra que aún a pesar de esto el proceso está fuerte y va marchando con solidez, pues en otro momento este hecho habría sido más que suficiente para romper por completo con el proceso. Demuestra también que las FARC sí tienen un mando unificado y en ese sentido efectuar una eventual decisión hacia el cese al fuego es posible de su parte. Demuestra, por otro lado, que al gobierno le hace falta más decisión y disposición hacia la necesidad de detener sus máquinas de guerra, en el fondo aún vigentes sólo por la rentabilidad que reporta a unos pocos. 

 

Es hipócrita de parte del gobierno hacer exigencias morales a la guerrilla en medio de la confrontación; la suspensión de los diálogos por la retención del general sería equivalente a que la insurgenica suspendiera y se parara de la mesa por cada combatiente muerto en sus filas. Por eso hay que exigirle a los equipos negociadores que no sólo retomen cuanto antes las negociaciones, sino que además no se paren de la mesa hasta tanto no alcancen un acuerdo. Si se le apostó a la paz desde el diálogo, que se le apueste con toda la fuerza, y por eso, el cese bilateral es el paso siguiente para demostrar el compromiso que ambas partes tendrían con la solución negociada a 50 años de violencia..

 

 

A propósito de la Liberación de Alzate

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